Travesía por los fiordos Patagónicos

Publié le par Nathan Jaccard

La única manera de seguir viajando por Chile desde la extrema Patagonia sin montar en avión  es embarcándose en un ferry entre Puerto Natales y Puerto Montt, unos 500 kilómetros de navegación. La remota región no tiene conexión terrestre con el resto del país, salvo por la Argentina , 30 horitas de bus no mas. Resulta pues mucho más atractivo surcar el poderoso Pacífico y la intrincada red de canales que se forman en la zona austral.

 

El viaje tarda 3 días y 4 noches, a bordo del Magallanes, propiedad de la Compañía Navimag. El moderno barco de 123 metros de eslora, resistente hierro rojo y blanco, fabricado en Japón tiene capacidad para más de 300 pasajeros y cuesta la módica suma de 180 000 pesitos chilenos (un billete re largo, pero hay que darse gusticos, no?).

 

En la primera planta se parquean largas tractomulas atadas con pesadas cadenas, carros, motos y hasta una volquetada de vacas, yendo sin duda al matadero. En el segundo piso se encuentran el recintos de los ‘pobres’, espacio dividido en compartimientos que albergan cuatro camarotes, pequeños pero más bien cómodos. Los de última clase (como yo) comparten pulcrisimos baños de plástico blanco, con agüita caliente y todo, un lujo. Algunos pasajeros del segundo nivel se alojan en cabinas privadas, bastante más caras, con el mismo baño comunal pero con la privacidad requerida para los tortolitos. En el tercer nivel se sitúa el alma del buque: el comedor, lugar donde se como, se come, se come y se ve alguna película. Asimismo, ahí se encuentra la primera clase, bastante invisible y la cabina de mando, larga sala repleta de pantallas, decenas de complicados mapas y una cantidad de equipos de comunicación. Un par de tripulantes, uniforme blanco impecable, Ray Ban y gomina vigilan relajadamente la marcha de la nave. Como en los aviones, la mayoría del tiempo se navega con piloto automático. En el último puente, lo más importante: el bar…acogedor espacio con fina selección musical (James Blunt y tarados del estilo), cómodos sofás de cuero y costosos pisco sour. Una inmensa terraza que abarca todo el techo rodea el bar, pero como hiela, no se puede aprovechar demasiado.

 

A pesar de  los esfuerzos de la tripulación, pareciera que no se hace más que comer a bordo. Una voz monótona llama ‘Grupo 1, el almuerzo está servido hasta las 13:15’ y el rebaño se dirige mansamente del bar a la cafetería, donde sirven menú vegetariano y menú machos (eso es de mi autoría), de buena calidad tipo ‘espagueti’. ‘arroz con pollo’ o ‘salmón en salsa (de que?)’. De resto dos azafatas de Navimag programan comedias gringas (My Big Fat Greek Weding), algún documental de pingüinos y charlas sobre etnias indígenas o cosas aburridas por el estilo. El espectáculo está obviamente afuera.

 

El primer día el Magallanes surca por un sinfín de abruptos islotes vírgenes, rocas habitadas por un par de pinos y matorrales que resisten filosóficamente al mugido del viento. Protegidos de las corrientes marítimas, parejas de delfines juguetean en la espuma del barco. Las mansas aguas grises reflejan la blanca cordillera andina, la ‘segunda bandera de Chile’ según Martín, un compa de viaje.

En un momento la nave cruza un glaciar que suelta en el fiordo una densa capa de caspa, miles de pequeños Icebergs que se perezosamente se desprenden del témpano madre, grandiosa barrera turquesa.

Las cosas se ponen un poco más serias la segunda noche: la hora de la verdad. El ferry sale a mar abierto, atravesando el bien llamado Golfo de las Penas. La cafetería, curiosamente vacía, sin cola, esta noche doble ración de espaguetis. Los pasajeros van cayendo como moscas en las literas, ruidos guturales y sebosos se cuelan de los baños. Afuera la proa se sumerge en un enorme Splash, el arrollador aliento del mar empapa toda la cubierta, salada y resbaladiza. No se por que, en el momento pienso en las vaquitas, vomitando y cagandose encima. A ellas no les dan pastillas Mareol.

 

El último día mi compañero de camarote, el dublinés Ronan, me despierte con el grito ‘Look, Ireland’. El Magallanes navega entre estiradas bandas verdosas, barquitos, casas y cultivos dibujan el horizonte, bienvenidos a la civilización de nuevo. Una súper fiesta en el bar cierra normalmente la última noche a bordo. Ya con las tablas de Bingo en las rodillas ‘el mejor de

Golfo de las Penas

Patagonia, por que es el único’, el barco cambia de rumbo, una campana de 180º grados…Instrucciones de la Naval , una barcaza se ha hundido a una millas y el deber es participar al rescate. Bajo el manto de una espesa noche, rayada de lluvia y relámpagos, las exploradoras de media docena de buques barren la zona. Bengalas rojas y verdes aclaran por unos segundos el mar vacío. Pasan las horas, la angustia, los chismes y el escepticismo invaden el ambiente. Doce horas en esas: 1 sobreviviente, 4 muertos y 6 desaparecidos según las últimas noticias…Ah, y jugamos Bingo igual. Perdí obviamente.

Llegada Pto Montt

 

PS NO SE POR QUE LAS FOTOS ESTAN CHIQUIS

Publié dans CHILE

Pour être informé des derniers articles, inscrivez vous :
Commenter cet article