Salvador de Bahia

Publié le par Nathan Jaccard

Salvador de Bahia es el primer lugar en este viaje donde me siento realmente lejos de casa, el sitio donde Brasil me da una bofetada que me paraliza casi diez dias.

 

Salvador, una de las ciudades mas antiguas del pais, se esparce sobre una peninsula que es el candado de la inmensa Bahia de Todos los Santos. La ciudad parece tenerlo todo: historia, religion, cultura, playas... un trago mas dulce que la caipirinha.

 

 

Pelourinho

 

El casco colonial de Salvador se alza sobre dos colinas que lo guarecian del mar y sus piratas arapientos. Una serie de plazas, conectadas por laberintos de casas aguamarina y rosadas dominan la ciudad: Plaza do Se alardea con su moderna fuente musical; Terreiro de Jesus, largo espacio rectangular en el que los capoeiristas-caza turistas son acorralados por cuatro inmensas iglesias, que se encaran en una secular competencia de belleza; Largo do Pelourinho, lugar donde castigaban los esclavos rebeldes (pelourinho).

 

En Salvador existen mas iglesias que dias en el ano pero la Igreja de Sao Francisco definitivamente acabo con todo. El templo brilla de toneladas de oro, las paredes, del piso al techo, se arropan de matices dorados kitsch ultra-rococo, como un vomito celstial.

 

Diariamente, paquetes de nuevos turistas invaden las calles empedradas del Pelourinho, perseguidos incansablemente por un enjambre de vendedores: ‘que aprecie mi collar’, ‘tomese la foto con la negra disfrazada de Baiana’, ‘ Guia, guia, quien quiere guia’, ‘Iu want fuk fuk...’

 

El Pelourinho embruja con sus incontables tesoros coloniales, ataca con sus olores de dende (aceite de palma), coco y camaron asado (nldr: la base de la comida baiana) y fastidia con el constante azare al turista.

 

 Largo del Pelourinho

El Pelourinho (Cidade Alta) se  comunica con la Cidade Baixa por el ascensor Lacerda, construido al final del siglo 19. Con cinco centavos de Real, lo Salvadorenos recorren mas de 100 metros de desnivel en un par de segundos. La Cidade Baixa alberga grandes edificios, bancos y el puerto, donde inmensos silos aguardan el barco noruego que llevara todo ese azucar a Europa.

 

Vista desde la Vidade Alta

En la Cidade Baixa se toma un bus a la Peninsula de Iatapagipe, barrio de clase media que rodea la Igreja de Nosso Senhor de Bonfim. La imagen seria milagrosoa por lo que decenas de creyentes vienen  a hacer promesas. En la plaza que codea la iglesia ambulantes tratan de atar freneticamente lazos de colores ‘Lembranza do Senhor do Bonfim’ a las munecas de los feligreses: tres nudos para tres deseos que se cumplen el dia en que la pulserita se rompe. Al final la gente tiene un patchwork multicolor decorandole los brazos.

 

 

Ambulante vendiendo lazos de Bonfim

Playas

 

El sur de Salvador se derrite apaciblemente en el tibio Atlantico. Decenas de playas, bordeadas por lujosos edificios se suiguen por kilometros. Los buseteros entranconados miran con envidia esos jovenes que surfean en medio de la ciudad.

 

Barra es la primera playa, a tan solo veinte minutos del centro. Los fines de semana se llena de gente de todos los estratos. Al caer la tarde, mientras el oceano absorbe el sol anaranjado, toda la playa se estremece: ‘un dia mas en esta vida, gracias a Deus’ sonrie la gente, aplaudiendo y silbando con fuerza hacia el horizonte.

 

Salvador’s lifestyle

Salvador suda alegria las 24 horas del dia, cada esquina, cada grieta de la ciudad exala una vitalidad sin limites. En cualquier momento una batucada explota en las calles, haciendo retumbar los cimientos de las casas. A un par de cuadras, un circulo de Capoeira se forma, los mestres dan imposibles botes, remedando con alegria Icaro.

 

Los martes, dia improbable para festejar, una multitud de puestos de pinchos y caipirinha surgen en las calles del Pelourinho. Las masas vagan de plaza en plaza, bailando al son de artistas baianos de calidad, patrocinados por la alcaldia...rock al parque semanal. El resto de los dias un sinumero de conciertos invaden de notas la ciudad vieja.

 

El pueblo de Bahia trata asi de exorcisar sus demonios, el pasado africano, el estomago vacio y el futuro...en las manos de Dios. En las calles negros de todos los colores palpitan: morado, carbon, cafe con leche, marron, blanco, recordando de donde viene tanta riqueza, alegria, espotaneidad.

Publié dans BRASIL

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